19.10.08


Necesitamos horizontes. El desarrollo no puede medirse por el PIB, no sólo porque este indicador no se fija objetivos (el progreso se valoraría tautológicamente no en función del destino sino del mismo movimiento que genera) sino porque es absolutamente indiscriminado (computa como riqueza cualquier actividad que genere gasto, desde un accidente de tráfico hasta un vertido incontrolado de petróleo en las costas). Y ahí es dónde la crisis de la sociedad del bienestar adquiere su verdadera dimensión. Como decía Ortega, en lo tocante a la supervivencia humana lo lujoso es lo verdaderamente necesario. Pero no podemos tener una visión unidimensional del lujo. Como afirma Jorge Riechmann, ‘nos hacemos humanos rebasando el nivel de las necesidades básicas hacia lo lujoso, de acuerdo: pero hay que reparar en que tan lujoso –o más— resulta gozar de la ceremonia japonesa del té como desplazarse en un automóvil de lujo de tres toneladas de peso’. A este respecto sería importante preguntarse si el arte puede seguir permitiéndose el lujo de la zafiedad y sus instituciones alentando actitudes de ‘nuevo rico’. Posiblemente el arte deba alentar nuestra disposición al snobismo (una poderosa arma de transformación social), pero alterando la economía de la consideración. Por citar de nuevo a Riechmann, ‘el día / que los hoteles de lujo ofrezcan agua en botijo / en vez de embotellada en minibar / estaremos de verdad aproximándonos / a la sociedad ecológica. ¿Nos proporciona el arte imágenes de la vida buena?

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