El título -‘arquitetura, arte y paisaje’- es un acierto promocional con consecuencias externas (las bienales, dado su número, hay que especializarlas y el tema resulta atractivo y fácil de identificar con Canarias) pero un problema categorial con consecuencias internas: la ‘y’ puede dar a entender que el paisaje no es el tema de una bienal de arte sino un tema más de la propia bienal (al mismo nivel que el arte y la arquitectura), un tema originariamente estético (concretamente pictórico) pero que ha conocido una amplísima deriva extraestética. El paisaje se ha convertido en Canarias en un concepto que dificulta la posibilidad de hacer una bienal de arte, al menos en una época en la que el arte canónico debe demostrar una sensibilidad política que le impide estetizar un problema grave y le dificulta colaborar con los que, desde instancias políticas, tratan de hacerlo.
Por otra parte, la expresión ‘arte y arquitectura’ es o redundante o contradictoria. Si la arquitectura no es arte, es decir, es una competencia profesional que capacita para edificar, la expresión es contradictoria; si la arquitectura es arte, es decir, una disciplina que aborda el modo en el que la edificación afecta a la concepción simbólica del acto de habitar el territorio social, entonces la expresión es redundante.
No obstante, la diferenciación entre arte y arquitectura nos ofrece una gran ventaja operativa. Valiéndonos de las categorías de Alain Roger, cabría decir que se puede hacer paisaje ‘in visu’, a través de la mirada que le da contenido cultural al país, o ‘in situ’, mediante la intervención física en el propio territorio. La mala conciencia que padece el arte desde que Marx emplazara al intelectual comprometido a transformar el mundo en lugar de interpretarlo, nos invita a la acción ‘in visu’ en lugar de la actuación ‘in visu’, a pesar de que, históricamente y más si cabe en la actualidad, la mirada ha demostrado una proverbial capacidad para transformar lo real. Dado que la vertiente ‘arquitectónica’ de la bienal se volcará en las intervenciones ‘in situ’, sería bueno desarrollar paralelamente la confianza en los modelos menos performativos de hacer paisaje, físico y social.
Por otra parte, la expresión ‘arte y arquitectura’ es o redundante o contradictoria. Si la arquitectura no es arte, es decir, es una competencia profesional que capacita para edificar, la expresión es contradictoria; si la arquitectura es arte, es decir, una disciplina que aborda el modo en el que la edificación afecta a la concepción simbólica del acto de habitar el territorio social, entonces la expresión es redundante.
No obstante, la diferenciación entre arte y arquitectura nos ofrece una gran ventaja operativa. Valiéndonos de las categorías de Alain Roger, cabría decir que se puede hacer paisaje ‘in visu’, a través de la mirada que le da contenido cultural al país, o ‘in situ’, mediante la intervención física en el propio territorio. La mala conciencia que padece el arte desde que Marx emplazara al intelectual comprometido a transformar el mundo en lugar de interpretarlo, nos invita a la acción ‘in visu’ en lugar de la actuación ‘in visu’, a pesar de que, históricamente y más si cabe en la actualidad, la mirada ha demostrado una proverbial capacidad para transformar lo real. Dado que la vertiente ‘arquitectónica’ de la bienal se volcará en las intervenciones ‘in situ’, sería bueno desarrollar paralelamente la confianza en los modelos menos performativos de hacer paisaje, físico y social.
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