14.10.08



La izquierda también confiaba en el potencial revolucionario de las aspiraciones del proletariado a un nivel de vida que le era negado. El propio Marx concebía al ser humano como un homo faber que se realizaba en el trabajo y la producción. No va a bastar con educar, un término, por otra parte, sospechoso para una generación acostumbrada a una pedagogía indolora que considera inalienable el derecho de desear lo que nos venga en gana. Habrá que seducir. No bastará con plantear antitesis, habrá que cambiar radicalmente de tema de conversación: habrá que hablar de calidad de vida y no de progreso, de renta disponible y no de trabajo, de bienestar y no de economía, de objetivos humanos y no de cifras, de satisfacción y no de rentabilidad. En fin, habrá que hablar de fines y no de medios. Y habrá que hacerlo en plena sociedad del espectáculo, en la que los medios se identifican con los fines. En plena sociedad de la imagen, en la que el discurso más sofisticado dispone de 59 segundos para convencernos. Pero, por convencidos que estemos, no comenzaremos a comportarnos de manera diferente hasta que se nos pueda reconocer por hacerlo. Todos queremos que nos quieran, nadie cambiará el BMW por la bicicleta hasta que se ligue más en bicicleta que en un BMW ¿Podría la proverbial capacidad sintética del arte coadyuvar en esta tarea?, ¿podría promover un paisaje en el que determinadas figuras resultaran reconocibles?

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